Esperando por algo nuevo {Libre}.

Diez minutos pasados de las seis y media. Si no corría no llegaría a tiempo. Se vistió con prisa y tomó un par de tostadas en su boca. Vivía en aquel hotel a un par de calles de la academia, ¿por qué no tenía un dormitorio en ella?, fácil, su trabajo nocturno le demandaba bastante y regresaba tarde, por lo que necesitaba un lugar de donde pudiera entrar y salir sin que nadie le reprochara o viera. Con el mismo salario pagaba su cuarto y compraba todas sus cosas, sus amigos del Antro le ayudaban y apreciaban mucho, razón por la cual si alguna vez necesitaba algo, ellos mismos corrían a ayudarle, asi también era cuando debían defenderla, de cualquier cosa que se metiera en su camino o amenazara con hacerle daño. Pues sí, la vida no era color de rosa, nada lo era, pero estaba feliz con ella.

Corrió rapidamente, cruzando las calles cuando las mismas cortaban y subiendo y bajando pequeñas escalinatas. Era un día frío así que llevaba un saco grueso color crema encima y una bufanda del mismo verde que su falda escolar. Soltó un gran suspiro cuando por fin se encontró en las puertas y notó que aún era temprano. Observó su reloj: siete menos diez. Sonrió y se felicitó a sí misma, varias veces lo hacía. Una vez habiendo guardado sus cosas, se dirigió a los pasillos correspondientes a los de su aula, como delegada del curso, debía asegurarse de que todos sus compañeros se adentraran a la clase correspondiente a tiempo o avisaran de su ausencia si era necesario.

Daba indicaciones de un lado hacia el otro, parecía una de aquellas chicas en los aeropuertos, haciendo señales cuando el avión estaba a punto de despegar. Si bien le tenían respeto y acataban sus órdenes, los menores siempre eran un problema, terminaba corriéndoles de los pasillos superiores y éstos disparaban al instante, siendo la mayoría de ellas chicas, queriendo ligar con alguno de los mayores. Suspiró y buscó la hora en el reloj general al final del pasillo, tres minutos y comenzaría la clase. Se sintió algo deprimida, la rutina le estaba empezando a aburrir y esperaba que alguna cosa tal vez ese día cambiara su vida, siempre lo hacía, cada mañana al despertar.

Sintió una presencia por detrás y se volteó con rapidez, no le gustaba percibir cosas que estuvieran a sus espaldas y mantenerlas allí por mucho tiempo, era cuestión solamente de seguridad propia. Resultaba ser un joven, que aún pareciendo más chico era bastante más alto que ella. ¿Cómo sabía que era más chico?, bien, su forma de expresarse con ella era la manera más adecuada, además, parecía no conocerla y eso era raro, ya que a mayoría de los alumnos que pasaban por esos lares estaban seguros de haberle notado alguna vez, ya fuera poniendo orden o echando a los más pequeños de tal sitio. Como fuera, el chico parecía bastante apresurado y como ya estaba por tocar el timbre de entrada a clase, decidió ayudarle y darle las indicaciones que necesitaba.

-No te preocupes- dijo, mientras cruzaba ambos brazos y le veía firmemente- has llegado temprano aunque no lo parezca, bueno, un par de minutos pero temprano y al final y al cabo. Déjame mostrarte tu aula, sígueme- se dio media vuelta y continuó su camino. No dijo más nada, solamente caminaba al frente en silencio y de vez en cuando echando una que otra mirada a cuanta cosa rara encontrara, para regresarla a su lugar. Pasaron un par de segundos antes de que llegaran a destino. Le mostró el número de aula y le dijo que allí era. Claramente, de ahí en más ya no podía hacer más nada, solo garantizarle que cualquier cosa que necesitara estaría a su disposición, como siempre lo hacía con todos los demás estudiantes nuevos y de poca experiencia. Podía decir que para eso si le sobraba la paciencia, aunque no por mucho.

-Por cierto, soy Ruth, un gusto. ¡Nos vemos!- se despidió cuando oía el timbre sonar, no podía retrasarse, eso sería casi una ironía. Regresó a su salón y se adentró en el mismo. Las clases comenzaron como siempre, entretenidas y pesadas hacia el final de la hora, siempre con sus vueltas y rodeos, y hechizos fáciles y de bajo nivel, a los que siempre respondía con excelentes calificaciones. Tal vez por eso es que ya estaba algo cansada de tanta repetición diaria. Por fin la campana del primer intermedio sonó y ya todos salían amontonados hacia los pasillos. Algunos almorzaban, otros charlaban y claro, nunca faltaban los que querían jugarse alguna broma y salían irremediablemente espantados al verle, con aquella expresión que daba susto. Sí, así era su vida. Caminó un par de pasos, en un rato sus amigas llegarían con ideas locas y a vergonzantes como siempre lo hacían. Pues bien, nada mejor que un día activo. Estaba por dar la vuelta a la esquina cuando se chocó con alguien que venía en dirección opuesta.

-Tss… -chistó, sobándose el rostro- debes tener más cuida----se sorprendió al ver que era aquel chico de la mañana temprano, quien le había pedido indicaciones- ah, eres tú… -