¿Quién...?-Privado Marius Karloff-

Le gustaba caminar, le gustaba buscar cosas nuevas, y también le gustaba la tranquilidad. Era curioso que se encontrara tanta gente, desde el primer día de clases. No le desagradaba, y además le parecía lógico, pues de haber pasado la mayor parte de su vida simplemente viajado, ahora se encontraba en una población.

Pensando que el bosque, era uno de esos lugares donde, según su maestro, se podía meditar, caminó hacía allá, llevando su arco con él, pues de no ser porque estaba prohibido en las clases que no se necesitaban, lo llevaría siempre.

Al llegar al bosque, antes de entrar escuchó sonidos raros, de animales que no existían según lo que los humanos decían, veían y escuchaban. Era Cinister, la ciudad de las academias de "poderes", por lo que Eric descubrió que allí no encontraría paz, pero ésta fue remplazada por el conocimiento.

Se adentró en el bosque con la idea de encontrar algo fabuloso: una criatura, un lugar, un "algo". Sin embargo, lo único que encontraba era que conforme más avanzaba el camino se volvía mas estrecho, hasta prácticamente desaparecer. Eric se encontró rodeado de árboles.

Curiosamente, no había escuchado más sonidos en su trayectoria, hasta llegar ahí. Los ruidos se volvieron gruñidos amenazantes, y pronto se encontró preparando su arco.

Un arbusto tras de él se movió, y Eric giró y apuntó hacía ahí, al momento.

-¿Quién está ahí?-Preguntó.

Mi estadía en Cinnister no distaba mucho de lo que había pensado que sería. Lograba mantenerme activo, meditando y observando toda una nueva sociedad sobrenatural que se alzaba silenciosa sobre un mundo ignorante. Disfrutaba los matices que los estudiantes le daban al Instituto, era algo más ilustre de lo que esperaba.

No tardé mucho en darme a conocer entre mis pupilos, a pesar de siempre mantener mis deseos y pensamientos privados para mi mismo, ellos habían encontrado en mi un mentor diferente. Sí, los instaba a desenvolverse por si mismos, a explorar sus dones y desafiarlos, pero todo dentro de la tolerancia y la disciplina que yo mismo exigía.

Esa tarde me había dedicado a una tarea particular, aprovechando mi tiempo libre entré en lo más oscuro del bosque, donde muy pocos se atrevían a entrar. Apenas anocheció y volví sobre mis pasos hacía los edificios del Instituto, estaba a unos kilometros de distancia del más cerecano de ellos cuando una presencia se hizo notoria.

- No temas, no soy ninguna criatura que quiera hacerte daño. - Me detuve ante un joven delgado y casi tan albino como yo mismo. Sonreí y lo miré, traía uniforme así que no era otra cosa que un estudiante. - No sabía que a los alumnos de Fennet les gustara pasear por estos lugares. - Una misma sonrisa reglamentaria que solía dirigir a los desconocidos.

Se tranquilizó ligeramente al ver a un joven salir de entre los árboles, pero no bajó el arco hasta que el otro aseguró que no pretendía hacerle daño. Suspiró.

-No sé si a los de Fennet, pero a mí sí-Dijo con seguridad, observando al que se encontraba frente a él-. Vine porque creí que sería un lugar tranquilo...-Murmuró, ligeramente pensativo-. ¿Eres un alumno de las academias?-Preguntó.

No estaba seguro, pero creía que había cierta edad para poder ser alumno, y él hombre frente a él se veía mayor de edad, sí, pero obviamente no podía estar seguro de su edad hasta preguntar. Igualmente podría ser tan sólo un habitante de Cinister, pero como había comprobado ellos no iban tan profundo del bosque.

Considerando la identidad de aquel que estaba frente a él, Eric consideró la posibilidad de que se tratara de ángel o un demonio, pues sabía que ellos podían incluso parecer niños, a pesar de ser increíblemente viejos.

Sonreí. - Inusual elección, por lo general los chicos de ahora suelen elegir lugares más civilizados para encontrar esa tranquilidad de la que hablas. - Traje al frente mi mano izquierda, que se encontraba tras mi espalda, un extraño brillo azul en ella.

- Me halaga que pienses que soy un estudiante, pero a veces lamento que mi apariencia no revele mi verdadera edad, pero no siempre. - Dije con sorna. - Soy profesor en Zweighaft. - Caminé acercandome lentamente a él. - Mi nombre es Marius. -

En mi mano traía una hermosa flor azul, se la mostre levantando mi brazo un poco. - Yo no vine a buscar tranquilidad, a diferencia de ti, sino a hacer una pequeña investigación por mi cuenta. - La flor emitía cierta luz sobrenatural que se encendía y apagaba constantemente.

-¿Te refieres a las plazas de Cinister?-Preguntó retóricamente, pues no esperaba que le contestara- En realidad pocas veces he estado en ciudades así...-Murmuró, poniendo atención a la mano del otro, tratando de adivinar qué pretendía. Lo miró con el seño fruncido, como queríendole decir que había prometido no hacerle daño

-¿Un profesor? No te había visto antes...-Dijo con las mejillas ligeramente sonrojadas al verlo acercarse. Sin embargo, trataba de seguir mostrándose seguro-, te ves bastante jovén...Mi nombre es Eric...- Murmuró apartando la mirada. La cual fue inmediatamente atraida por la flor azul.

-...¿Una investigación?-Preguntó luego de apartar finalmente la mirada de la flor parpadeante-, ¿Qué buscabas?...-Cuestinó curioso, sonrojándose de nuevo.

Noté sus mejillas sonrojandose e incluso me pareció un poco adorable. No solía generar esa reacción en los desconocidos, pero provocarla en ese chico me resulto no por nada agradable. - Acabo de unirme a las filas academicas de este instituto, y más que nada imparto clases a los alumnos de Zweighaft. -

- Soy vampiro, quizás por eso debes dudar siempre de la edad que delata mi apariencia. - Coloqué la flor en la palma de mi mano totalmente extendida, su luz era irresistible. - Esta exquisita pieza de arte de la naturaleza se llama La fleur de la nuit, la flor de la noche, tiene un inusual elixir que pretendo analizar. - Saqué un frasco de uno de mis bolsillos y la coloqué con mucho cuidado.

- Dime Eric, la verdad de por que estas aquí y no allá con el resto de tus compañeros. - Señalé con la mirada hacia las academias.

-Oh...-Exclamó-, los de Fennet no es como que vayamos mucho a Zweighaft- Dijo con una sonrisa, sonriendo al haber pronunciado bien el nombre, pues le parecía algo confuso-, aunque podría... En alguna clase optativa...-Murmuró.

-¿Cuántos años tienes en realidad?-Preguntó apartando la mirada, usando como escusa la flor azul-... Francés...-Murmuré al oír el nombre de la flor-... Un elixir... ¿Para qué se usa?-Preguntó, mirando su brillo intrigado.

-No lo sé Marius...-Contestó-, creo que es porque no me gusta estar rodeado de tantas personas... Como vampiro deberías saber apreciar la soledad-Comentó, mirándolo a los ojos seriamente-, ¿No es así? Para mí es perfecta para cuando se necesita pensar...-Agregó ligeramente nervioso, por lo que el otro pudiera pensar.

- Podrías tomar algún idioma como optativa, francés, o filosofía si te interesa. - Sonreí. Esperaba que captara por si mismo que eran las materias que yo impartía. - Es muy inusual encontrar esta flor, dicen los rumores que tiene propiedades beneficiosas para los vampiros, y yo pretendo averiguarlas.-

Suspiré, el tema de mi edad y la curiosidad que generaba era al parecer favorito entre los estudiantes. - No me creerías si te lo dijera. - Crucé mis brazos. - ¿Cuántos crees que aparento? A sabiendas que soy un vampiro. -

Sonreí dejando que me observara por un momento. Con lo que dijo después, de disfrutar de la soledad me recordó a mis primeros quinientos años como cazador oscuro; donde prefería el silencio de la noche a la compañía de las multitudes. - Eres un chico peculiar, y eso es un cumplido. No te culpo por buscar la soledad, al contrario, es una buena compañera en ocasiones; pero para alguien como yo que ha pasado siglos solo, llega a volverse una cruel enemiga de la cordura. -

-Supongo que lo haré-Murmuró como respuesta a la propuesta de las materias optativas-, ¿Te sientes diferente a cómo te sentías antes de tomarla?-Preguntó con curiosidad, mirando fijamente la flor.

-Unos... ¿20 años?... Tal vez más...-Sugirió-, no sé, la verdad es que no te ves mayor de 25... Pero seguramente has de tener muchos, muchos más.- Comentó.

La idea fue aceptada con el último comentario. Se sintió ligéramente ofendido, pero lo soportó, y trató de verlo por el lado divertido.

-Supongo que un anciano como tú, debe de saberlo...-Un brillo divertido en sus ojos-, pero no me refería a que me la pasara completamente solo...-Suspiró, el brillo extinguiéndose poco a poco-. Pero a veces los demás pueden ser muy ruidosos...-Dijo con una expresión rayada en la tristeza.

Pensó un poco en cómo era su vida, y trató de imaginar cómo sería la de un vampiro: viviendo tantos años... Viviendo tantas cosas...

-Creo que sobre la cordura no debería preocuparme, a menos que precisamente enloquezca porque yo sí moriré...-Comentó-, creo que no me gustaría quedarme solo, no solo de verdad- Dijo sonriendo al vampiro nerviosamente, sus mejillas sonrojándose. Ese vampiro era un vampiro muy guapo. Eric dudaba si aquel pensamiento era uno que tuviera lógica, sabía perfectamente que un vampiro no era precisamente el indicado para estar con un humano.

Guardé silencio y miré hacia arriba, notoriamente molesto, las ramas de los arboles se movían suavemente. - Claro, un anciano como yo. - Lo miré de forma casi cruel. - Por eso no digo mi edad. -

Apreté mis manos en un gesto involuntario. - Nadie quiere morir solo, desde luego, aún cuando la soledad sea lo que muchos anhelen por momentos. - Lo miré de nuevo detenidamente. Me pareció un chico un tanto contradictorio, levanté una ceja.

- Dime, Eric, ¿no tienes una chica con quien pasar la tarde? - Me metí en el tema directamente. - Alguien que no te parezca demasiado ruidoso como para relacionarte. - Sonreí de forma un poco burlona. A esa edad los chicos, especialmente los humanos, se desbordaban en hormonas, me extrañaría si él no lo hiciera.

Como había pensado, Marius se había molestado con su comentario, pero no podía hacer nada, sabía que los vampiros, y de hecho: casi cualquier raza que no fuera humana; vivía muchísimo tiempo.

Se sonrojó ante su pregunta, seguida por una clara burla, en opinión de Eric.

-... No, no tengo novia si es lo que preguntabas...-Dijo sonrojado-, la verdad es que todas las chicas llegan a ser ruidosas...-Comentó sin pensarlo mucho, pero sonrojándose al decirlo-... Yo...-Murmuró nerviosamente-. N-no creo que sirva de mucho tener una novia...

Eric estaba nervioso, puesto que sabía bastante bien que las mujeres no eran precisamente lo que le agradaba. Era un hecho que no consideraba adecuado para hablar con profesores, pero dado que el que se encontraba frente a él no era su profesor de verdad, y además: Eric lo consideraba atractivo...

-Sobre la flor-Dijo de repente, en un intento de cambiar el tema-, para... ¿Para qué crees que sirva...?-Preguntó apenas en un susurro, desviando la mirada.

Acomodé el cuello de mi camisa, alisandolo un poco. Una sonrisa más pronunciada en mi rostro. - Si mi investigación resulta éxitosa, lograré conseguir un élixir que permita a los vampiros conservar cierto calor corporal. - Sería algo muy útil para la comunidad vampirica.

Me llevé la mano a la cabeza echando mi cabello hacia atrás. - Eric, ¿te gustan los hombres? - Lo miré fijamente, casi como si pudiera ver a tráves de él. Ladeé el rostro, una sonrisa casi invisible en mis labios perfectamente lisos.

Permaneció en silencio mientras Marius hablaba sobre la flor, y quedándose definitivamente si la capacidad del habla con la pregunta de éste.

Eric sintió como sus facciones se paralizaban en un gesto de sorpresa, y al instante escuchó un zumbido dentro de su propia cabeza, terminándolo de aturdir. Sin embargo apenas unos segundos después sintió un calor abrazador en sus mejillas. Soltó una risita nerviosa al mismo tiempo que giraba el rostro a otro lado.

-...Yo...-Murmuró increíblemente nervioso, tratando de decidir que tan malo sería decir aquello-, algo así...-Dijo en un suspiro derrotado, pero al mismo tiempo sintiendose ligeramente más libre que segundos antes.

Mi sonrisa de triunfo se ensanchó por todo mi rostro. Lo miré con más intensidad que antes. - ¿No te gusta hablar de ello, Eric? O por qué te pones tan nervioso. - Había notado como su corazón latía más rápido y su respiración también se había acelerado, además era notorio el color de sus mejillas.

Me acerqué aun más a él, atreviendome a acariciar su mejilla con mi mano. Era tan tibia y suave como esperaba, la piel de los humanos era extraordinaria. - Eres hermoso, Eric. - Dije automáticamente, mientras acariciaba ahora su cabello. - No te costará nada encontrar alguien, y ya no estaras solo. -

Tragó saliva para calmarse, en verdad sí estaba nervioso, pero tal vez estaba siendo demasiado obvio.

La mano del profesor tocó su mejilla y él se estremeció ligeramente, abriendo los ojos un instante y cerrándolos un segundo después, empujando imperceptiblemente su rostro hacía ella, como si aquella mano que sabía encontraría fría, fuera la más cálida de todas. Y las palabras de igual forma le acariciaron con suavidad.

-Gracias...-Murmuró, abriendo los ojos lentamente, al mismo tiempo que la "no tan cálida" mano se alejaba hacía sus cabellos-. Sería lindo encontrar... un novio-Dijo más decidido que antes. Su corazón retumbaba fuertemente, por el ligero estrés que le causaba decir aquello en voz alta, pero sin duda eso quería. Sonrió un poco.

-Tu eres guapo, Marius-Dijo como cumplido Eric, sonrojándose un poco ante lo que el otro pudiera pensar considerando lo que había asegurado momentos atrás-...Muy guapo...-Murmuró de nuevo, un tanto distraído, como si eso fuera dicho por otra parte de él que Eric no podía controlar del todo.

Seguí con mis dedos peinando su cabello, era sedoso y delgado. -¿Te importa mucho? Eso de encontrar un compañero. - Pregunté suavemente. La compañía era algo que había aprendido a valorar, después de tantos siglos en soledad y de otros más con diferentes discípulos. Los había amado a todos y cada uno había hecho latir este viejo corazón de formas diferentes.

Sonreí. - Me halaga que digas que soy atractivo aún siendo un anciano. - Dije con sorna, refiriéndome al comentario que hizo antes de mi edad. - ¿Qué pasaría si te involucrarás con un profesor? - Sujeté su nuca con firmeza y me incliné hacia él para besar sus labios con determinación y pasión.

Sus mejillas se colorearon fuertemente ante la burla implícita de las palabras de Marius. Eric quiso voltear a otro lado para evitar la mirada penetrante del otro.

-Aun así lo eres...-Susurró avergonzado, había vuelto a mirar hacía otro lado, pero cuando Marius volvió a hablar lo miró impactado. Antes de poder decir nada, sintió sus labios sobre los suyos.

Eric tardó en reaccionar: Tenía los ojos muy abiertos por la impresión, y una serie de pensamientos lo atravesaron, dudas y temores. Aquellos que le hacían preguntarse un millón de cosas, ¿Por qué, para qué? Pero en menos tiempo del que había parecido en su mente, se rindió ante el beso.

Cerró los ojos y disfruto de la opresión de unos labios contra los suyos, disfruto de su textura suave, y tímidamente los recorrió con sus labios, logrando una respuesta de parte del otro. Eric lo aferró por los hombros con fuerza contenida.

Cuando el beso terminó, Eric se sentía ligeramente mareado. Estaba emocionado, nervioso y un poco temeroso de que aquello no fuera lo que el otro pretendía.

-Supongo... que podría intentarlo...-Susurró en respuesta a la última pregunta del otro-... ¿Y tú?-Preguntó tímidamente.

Esperaba que se alejara, una parte de mi aseguraba que rechazaría mi beso, por moralidad o lo que fuera, pero no fue así. Sentí como la tensión de sus labios se disipaba y poco a poco me correspondía. Sus manos se aferraron a mis hombros, lo sentí temblar, quizás culpa de la emoción del momento.

- ¿Si no estuviera interesado en involucrarme contigo, crees que haría algo así? - Lo miré con intensidad. Acaricié su mentón, su labio inferior con suavidad. Su cálidez humana me resultaba tan deliciosa. - Además en este punto creo que no hay vuelta atrás. -

Mis brazos rodearon su cintura aferrandolo con fuerza, volví a besarlo, con más impetú que antes, quería sentir el calor de su lengua en mi boca, enlazandose contra la mía. Apreté su cintura, la sentía delgada y casi frágil como todo lo que él era. La fragilidad mortal era lo que siempre lograba cautivarme.

Lo miró con emoción contenida en los ojos. Aceptó con gran entusiasmo y agrado el siguiente beso. Marius le parecía perfecto. Dejando de lado todo lo que parecía poder arruinar el momento, como el hecho de recordar que no sólo era su maestro, pues eso no le había importando, si no que era un vampiro.

Se sintió protegido por aquellos brazos que lo rodeaban, le brindaban seguridad, y no se sentía atrapado entre ellos. Marius usaba la cantidad necesaria de fuerza para mantenerlo entre sus brazos sin hacerlo sentir incómodo.

Tan cómodo estaba, que todo lo que tenía que hacer era concentrarse en las sensaciones que despertaban en el aquel beso, ya que incluso en el beso se sentía guíado.

Se separó con reticencia, observando el cielo que empezaba a nublarse, anunciando la pronta llegada de la lluvia.

-Marius, ésto me parece sencillamente maravilloso...-Dijo sonriendo, tratando de contagiar su felicidad-, pero...-Murmuró sonrojándose-, ¿No estamos muy lejos de las academias?-Preguntó suavemente, apretando el agarre sobre los hombros del otro y volviéndolo a relajar casi al instante-, hace frío y creo que empezará a llover... Tal vez deberíamos regresar a las academias- Dijo observando con detenimiento el cielo nublado.

Se sentía un poco tonto por haber dicho aquello, el pánico ante la rapidez con que sucedían las cosas lo atacó. Marius le gustaba, y mucho, pero sentía que una atracción física no debería serlo todo en ese momento.

Acercó el rostro al rostro de Marius y depositó un suave beso en sus labios.

-¿Te parece bien?-Preguntó sonriendo sin alejarse apenas del otro.

Sintió las manos de Eric aferrarlo con toda su fuerza, y le pareció divertido. Y su sonrisa, le parecía de verdad admirable, que pudiera sonreir con esa facilidad y con tanta alegría.

Miró en dirección al cielo también. Ah, los humanos de verdad se preocupaban por milagros de la naturaleza tan exquisitos. - ¿No te gusta la lluvia? - Dijo con curiosidad, aunque sabía que lo había dicho por temor a pescar un resfriado.

Suspiró y lo fue soltando poco a poco. - Si nos vamos, nos apartaremos. - Torció la boca, apenas que estaba disfrutando de aquello. - Tú tendrías que ir a Fennet y yo a Zweighaft. - Miró hacia el horizonte, los edificios le parecían lejanos como el mismo sol o la luna.

- Pero, si tanto te apetece que regresemos... - Dejó la frase al aire, quizás él la terminara o sugieriera algo más.

-No es eso...-Dijo apresuradamente y con las mejillas rojas-, es sólo que... yo pensé que tal vez... ¿No te gustaría mojarte?-Dijo nervioso, sabía que era a él a quien le preocupaba realmente mojarse. A pesar de no haber vivido de la mejor forma con su maestro, no se había acostumbrado del todo a dormir en lugares incómodos y con una pequeña carpa cubriéndote de la lluvia. Prefería aquellos días en los que llegaban a un pueblo y se quedaban en algún hotel, definitivamente.

Su sonrisa desapareció del todo a la mención de tener que "separarse", y la forma tan fácil que Marius tuvo de aceptar que se separaran... Se sintió de alguna forma rechazado, pero sabía que el otro lo que buscaba era que terminara aceptando.

Hizo una mueca de desesperación antes de besarle, apretándolo contra él fuertemente. Se separó mirándolo con una mirada fiera.

-No quiero que nos separemos, de verdad que no...-Aseguró-, ¿A dónde quieres ir?... No tenemos que ir a las academias...-Sugirió, mirando primero a las academias y luego hacía donde creía era la salida para ir a Cinister. Estaba calculando el lugar de la salida, ya que no podía ver nada por los árboles que los rodeaban.

-No conozco Cinister, ¿Tú sí?-Preguntó sonriendo.- Podríamos ir a algún lado...